jueves,18 agosto 2022
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El manifiesto por incluirla en el currículum escolar lleva recogidas 33.000 firmas

Educación y Memoria Histórica Democrática

Enrique Javier Díez Gutiérrez
El "Manifiesto por una verdadera inclusión de la memoria histórica democrática en el currículum escolar" lleva recogidas más de 33.000 firmas. Enrique Javier Díez Gutiérrez, Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, acaba de intervenir al escribir esta tribuna en las conclusiones de la Convención ‘Memoria Democrática, Educación y Cultura de Paz’. Denuncia, como el evento, que la LOMLOE se reduce y equipara el estudio y análisis de la memoria histórica democrática a conocer la historia de la democracia, pues en los nuevos reales decretos del curriculum que establecen los contenidos mínimos en la práctica desaparece la memoria histórica democrática.

Durante la transición, la supuesta “necesidad de consolidar el régimen democrático” y el miedo y control generado por la continua alusión al “ruido de sables”, condicionó la posibilidad de desarrollar una política de la memoria que enlazase con la tradición democrática republicana. Es decir, La transición se edificó sobre una “amnesia inducida”. La Ley de Amnistía de 1977 que amplió la amnistía a crímenes cometidos por la dictadura de Franco, fue una auténtica “ley de punto final” que renunció a juzgar los crímenes contra la humanidad del régimen franquista. Esta transición sin ruptura, que hizo surgir la ‘legalidad democrática’ directamente del aparato legal franquista, no permitía una condena de éste sin poner en cuestión los cimientos de la actual monarquía parlamentaria.

Es decir, en este memoricidio, la falsa memoria del franquismo no se vio contrarrestada institucionalmente con una nueva política de la memoria sustentada en los referentes democráticos republicanos. De esta forma la memoria republicana fue excluidos del imaginario colectivo, quedando su memoria proscrita al ámbito individual. Mientras que otras democracias, como la italiana o la francesa, se fundaron sobre el paradigma del antifascismo, la española lo hizo sobre el de la “superación” del pasado.

Por eso,

  1. Debemos pasar a concebir la memoria histórica democrática como un derecho de ciudadanía, lo que supone afrontar esta cuestión en términos colectivos y de futuro.
  2. Debemos superar la ideología de la “reconciliación” y el “espíritu de la transición”. La construcción de esa democracia que hoy se clama en las calles también precisa que se hagan efectivos los principios de verdad, justicia y reparación. Sin esto será imposible construir un presente democrático.
  3. Debemos evitar que la nueva Ley de Memoria Democrática acabe como las leyes de memoria histórica de las comunidades autónomas para introducir la memoria histórica en los libros de texto y el currículum escolar. Lo cierto es que, en muchas de ellas, no ha pasado realmente de las intenciones o las declaraciones y en otras se ha cercenado radicalmente, con el crecimiento de la extrema derecha y su llegada a las instituciones parlamentarias, las tímidas iniciativas que empezaban a ponerse en marcha.
  4. Debemos evitar que se reduzcan los contenidos de la memoria histórica democrática a la “historia de la democracia y su contribución al fortalecimiento de los principios y valores democráticos definidos en la Constitución española”, como establece la nueva ley educativa LOMLOE en su disposición adicional cuadragésima primera. Es increíble que la LOMLOE establezca expresamente que todo el alumnado debe conocer y estudiar el holocausto judío, pero no el español, como le denominó P. Preston.

Por eso hemos promovido el «Manifiesto por una verdadera inclusión de la memoria histórica democrática en el currículum escolar» https://www.change.org/memoriaeduca que lleva recogidas más de 33.000 firmas, encabezado por Paul Preston, Mirta Núñez, Julián Casanova, Ángeles Egido, Ángel Viñas, Matilde Eiroa o Paco Erice…, las cuales haremos entrega a la Ministra, para evitar la desmemoria en los nuevos decretos que eliminan en la práctica la memoria histórica democrática de la nueva Educación Secundaria, a pesar de ser un mandato de la nueva Ley de Memoria Democrática en trámite parlamentario. En los documentos ministeriales que vamos conociendo sobre el desarrollo del currículum, una vez más, la memoria histórica queda ausente del nuevo currículo.

De hecho, el Ministerio de Educación nos convocó, el lunes 15 de noviembre, a los promotores del manifiesto a una primera reunión online. Pero no estaba la Ministra, ni siquiera el Secretario de Estado. La directora general de Evaluación que nos recibió dijo que le habían surgido otros temas importantes y nos dejó para que le expusiéramos “nuestras preocupaciones” a unas técnicas del Ministerio.

Les manifestamos nuestra preocupación porque en el actual borrador del Real Decreto de ESO aparece como saber básico (en los cursos tercero y cuarto): “El Holocausto judío” pero en las 375 páginas restantes nada del “holocausto español”. No se nombra ni siquiera la dictadura, el franquismo, la represión, los maquis y la lucha antifranquista… Es decir, se elimina la memoria histórica democrática de la nueva Educación Secundaria Obligatoria. En el de 2º de Bachillerato, de Historia de España, solo se utiliza el término “dictadura” haciendo referencia a la Transición y la Constitución de 1978 (Identificación de los retos, logros y dificultades del fin de la dictadura y el establecimiento de la democracia) y en lecturas guiadas de obras relevantes de la literatura española de los siglos XX y XXI sobre guerra civil, exilio y dictadura. No aparece la represión de la dictadura ni la lucha antifranquista,…

Las técnicas se escudaron y excusaron con las justificaciones habituales que todo el profesorado ya conocemos cuando no se tiene voluntad política de hacer algo:

  • El porcentaje que corresponde a las comunidades autónomas, como si en el porcentaje del Ministerio no pudiera entrar en los saberes básicos que se establecen en las enseñanzas mínimas, lo cual sería la única forma de establecer unos mínimos comunes que asegurasen su presencia en el currículum escolar en todas las comunidades autónomas;
  • Que otros colectivos también reivindicaban lo suyo, como si esto no fuera lo de todos y la base de la democracia que disfrutamos, además de un mandato con rango de Ley, en la nueva Ley de Memoria Democrática de su propio gobierno;
  • Que si ahora se ha transformado el currículum y se ha diseñado por competencias y saberes básicos, como si estos no lo fueran (hasta la ONU ha tenido que señalar y recordar al gobierno español reiteradas veces que conocer la verdad de la represión franquista y de la lucha antifranquista es un derecho inalienable del pueblo español);
  • Que si el profesorado tiene autonomía y son ellos los que deciden al final, como si esta no estuviera limitada realmente por los libros de texto, dado que en la práctica no se les facilita tiempo para poder elaborar o adaptar materiales curriculares ante un temario de historia sobresaturado “de Atapuerca a Aznar”;
  • Que si el Ministerio no puede controlar lo que publica el «libre mercado editorial” de los libros de texto, como si las editoriales no se atuvieran a lo que señalara la administración educativa. Es como si nos dijeran que el Ministerio de Trabajo no puede controlar el “libre fraude laboral”. Al igual que está reforzando los servicios de inspección laboral, debería reforzarse las funciones y los recursos del servicio de alta inspección, que tiene competencias para ello. O buscar la fórmula para que quienes están determinando los contenidos reales que se trabajan en la escuela, se atengan a las directrices establecidas por quienes hemos elegido. ¿O este gobierno va a seguir dejando que el oligopolio editorial de libros de texto, vinculado a la iglesia católica y a los grandes medios de comunicación y los fondos buitre, decida los contenidos reales sobre la memoria histórica democrática en nuestro país?

Todas estas son excusas que solo justifican la irresponsabilidad institucional de seguir blanqueando el memoricido escolar que alienta ese franquismo sociológico cuya expresión, en el crecimiento del actual neofascismo, ahora parece sorprendernos como si no hubiéramos estado tejiendo sus mimbres con el silencio y las omisiones intencionadas de la memoria histórica democrática en los currículums escolares de la LOGSE, LOE, LOMCE, LOMLOE.

Queremos dejar de ser una anomalía en Europa y en el mundo. Al menos, imitar al resto de países donde en la escuela se garantizar el derecho al conocimiento histórico veraz de la devastación humana que ha sufrido el mundo desde la aparición del fascismo en la década de 1920 y de los genocidios que éste perpetró. La realización de acciones y propuestas curriculares destinadas a garantizar el derecho de la ciudadanía al conocimiento histórico veraz de la memoria histórica democrática es hoy en día una realidad con prestigio en los principales contenidos curriculares de países de la Unión Europea, en Estados Unidos y Canadá, en Argentina y Chile, en Australia y en Japón; y la memoria de las dictaduras se extiende a países como Ruanda o Sudáfrica. A diferencia de España, Alemania reconoce los crímenes y la violencia que cometieron, acepta las responsabilidades por ello y los niños y niñas alemanes aprenden en el colegio cómo comportarse ante el recuerdo y la memoria.

Es decir, en otros países no pasa lo que lleva sucediendo tanto tiempo en España. De hecho, hasta la ONU, en 2014, emitió un informe que cuestionaba la aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Y en 2020, en el nuevo informe de la ONU sobre derechos humanos en España, insistía en pedir avances en esta materia y reiteraba la necesidad de avanzar en el derecho a la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

Si un solo alumno o una alumna acaba el período de educación obligatoria sin conocer esto, es una tragedia en pleno siglo XXI. Es que algo estamos haciendo mal en el sistema educativo.

Es cierto que hay quienes dicen que no hay que remover el pasado, que no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Aunque, esos mismos, están abriendo continuamente el pasado que les interesa, véase por ejemplo la utilización de ETA en todos sus exabruptos contra sus adversarios políticos. Ese pasado sí que lo están removiendo. Sospecho, como decía Juan Gelman, el renombrado poeta argentino, que no pocos de quienes preconizan el olvido del pasado, vinculado a la memoria histórica de la represión fascista y la lucha antifranquista, en realidad quieren el olvido de su pasado en particular ligado a ese fascismo. El deber de memoria ha sido plasmado en el Derecho Internacional y en los Derechos Humanos. Las heridas no están cerradas. Su único tratamiento es la verdad, la justicia y la reparación.

Como advierten los historiadores «La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado«. No se puede construir un futuro con un pasado basado en la impunidad. Las víctimas de la dictadura sufren una doble violencia: la de sus verdugos y la de borrarlos de la memoria colectiva. Las nuevas generaciones necesitan conocer y comprender su pasado, la historia de su comunidad social, porque tienen derecho a la verdad. Hay que educar en el antifascismo, al igual que en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos. Sin concesiones ni medias tintas. No se puede ser demócrata sin ser antifascista.

Se puede leer más sobre el tema en el último libro que he publicado sobre el tema en 2021 titulado “La Asignatura Pendiente”.

Enrique Javier Díez Gutiérrez. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León

Otros textos de Enrique Javier Díez Gutiérrez en Ibercampus.es:

La reforma universitaria que necesitamos: más allá de la LOSU de Castells

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